miércoles, 26 de diciembre de 2012

Lo que menos me gusta de echar de menos a alguien es que funciona a rachas. A días. Por momentos. En lugares concretos. Cuando menos te lo esperas. Llega sin avisar. Se queda un tiempo indefinido. No puedes dejar de hacerlo. Aunque lo intentes. Escuece. Duele. Quema. Pica. Desgarra. Rompe. Congela. Hiela. Arde. Arranca. Hiere. Desquebraja. Te hunde. Te asfixia. ¿He dicho qué duele?. Duele. Mucho. Te despiertas y no sabes qué va a pasar. Porque a veces, como dice Joaquín Sabina, hasta las suelas de mis zapatos te echan de menos. 
¿Pero sabes qué? Se pasa, siempre se pasa, te lo prometo.

Sólo te queda machacartela, cabrón.

Si te follas a otra, no esperes que yo este aquí esperándote  no pretendas que este aquí para un encuentro esporádico o para echar un buen polvo cuando no encuentres a nadie.
Ahora que me he cansado de ti, ahora que me has perdido sólo te queda machacartela con esa foto mía mientras piensas en la vida que jamás tendremos juntos.
Sé feliz, así como yo lo seré sin ti.
-¿Sabes esos bombos enormes de la lotería? Pues imagínate que llenamos uno con un millón de bolas con los nombres de todos los hombres del mundo, pues estoy segura de que si metiera la mano en ese bombo, sacaría tu nombre. Aunque me empeñara en buscar otro, aunque metiera nombres repetidos para hacer trampa. Sacaría el tuyo. Y eso es lo que yo entiendo por suerte.
+A ver, ¿Cómo quieres que te lo cuente? No lo ibas a entender, no lo entiendo ni yo. Él se puso a hacer café, y yo empecé a cotillear en sus cosas. Y de repente, sentí esa estupidez que por lo visto le da a mucha gente.
-¿Qué sentiste?
+Que le quería ¡joder!

Se acabó cariño, se acabó.

Se acabó, cariño, se acabó. Me cansé de ser yo la que inicia conversación, me cansé de llorarte en silencio mientras tú te follas a otras. Me cansé de ser la inocente, la frágil, la que se muere por un mínimo roce de mejilla. Me cansé de fingir ser fuerte, de tus tonterías, de tus mentiras, de tus falsas promesas. ¿Crees que me recompensa besarte una fría tarde de Diciembre? Estás muy equivocado. Ya no puedo más. Ya no tengo fuerzas ni ganas para seguir con este camino que no nos lleva a ningún sitio, ni a ti ni a mi. 
A partir de ahora no quiero verte, ni me saludes cuando me veas. Ignorame, como has hecho todo este tiempo que has tenido a tías para poder follar. ¿Te piensas que no sé porqué apareces de vez en cuando? Claro que lo sé, pero me hago la tonta, porque quizás, te necesito cerca, pero parece que a ti te da todo igual. Sólo te importa eso que te asoma por la entrepierna, lo demás te da todo igual. Pero no te preocupes, yo no volveré a molestarte y espero que tú tampoco lo hagas. Lo que me tengas que decir, aquí me tienes, dímelo ahora, pero no después de meses y meses. He ido dándote una y otra oportunidad, pero para qué? ¿Para ser yo la que llora? ¿Para qué me duela a mí? Lo siento, pero se acabó.
Sé que dolerá, claro que lo sé porque ya he pasado por esto, pero esta vez será muy diferente. Siempre volvías y ahí estaba yo, pero esta vez no, esta vez si te vas, no vuelvas por aquí jamás, a no ser que quieras demostrar, si es para prometer búscate a otra, yo ya no te creo.
Aquí y ahora estás son las últimas palabras que te dedico, las últimas frases que llevan tu nombre escrito.

Dejando huella.

Era de noche, y su habitación sólo estaba iluminada por una tenue luz que no lograba alumbrar todo. Ella estaba como la noche, sola, fría y sin ninguna estrella que la pudiera abrazar. Detrás de aquella soledad, vivía una chica alegre, o eso aparentaba. De día sonreía a todo aquel que la miraba, pero de noche, la ausencia de él se apoderaba de ella. ¿Qué estará haciendo? ¿Pensará en mí? ¿Me echará de menos?. Eran las preguntas que más rondaban por su cabeza. Todas acababan igual, con lágrimas vergonzosas cayendo por sus mejillas, aquellas que él un día besó y acarició. Lágrimas mojando la almohada y su soledad, dejando huella para siempre en su corazón.

Supongamos que.. esta noche, con el peso de mi orgullo podría comprar cualquier avión que me alejase de ti lo suficiente como para no sangrar cada vez que menciono tu nombre.
Supongamos que el.. sólo hecho de escribir tus iniciales desgarran mi pecho con la intensidad necesaria como para morir por ello. Supongamos que esto no lo estoy escribiendo en el coche, completamente sola a las cuatro de la madrugada, mientras decido si arrancar o llamarte, aún no sabiendo las cifras que componen cada uno de los números tras los cuales escucharía tu voz.
Escúchame tu a mi..
Porque te he echado tanto de menos que podría jurar asociarte más al dolor que a cualquier otro sentimiento. ¿Y... sabes? Supongo que en el fondo te lo agradezco.
Pues la intensidad con la que conseguiste matarme hace de cada noche una nueva necesidad de escribir.. o romperme, de lo contrario, como cristal que dice no ser frágil.
Créeme, si en tu nombre hago metáforas con el humo de cualquier cigarrillo es porque consigues matarme lenta y dolorosamente. Y supongo que por eso me gusta recordarte en cada calada que me acerque al sabor de lo que un día fueron tus besos.
Me pregunto si los seguirás dando con esa dulzura tuya que siempre te diferenció de resto. Si algún día volverás a mi vida para darme otro, o... el primero de tantos últimos.
Supongamos que, decido empeñar mi orgullo, tragármelo y cedérselo a mi garganta, supongamos que me atrevo a decir en voz alta que te echo de menos. ¿Volverías? Supón que no hay día en que no me acuerde de ti, y cada vez que te pienso tenga que distraerme con cualquier tontería para poder parar.
Supongamos que me atrevo a decirte algo... ¿reaccionarias? ¿Serviría de algo? ¿Crees que merece la pena suplicar una sola palabra de tus labios? Perdona, ni siquiera sé lo que estoy diciendo. No conozco el tono de tu voz y ya estoy inventando escusas para poder oirte. Para querer parar, y seguir, y parar.
Y así hacer de mi vida una jodida noria defectuosa de la que ya no puedo bajar. En la nadie puede subir.
¿Subirías tú sabiendo que en cualquier momento podría derrumbarse? ¿Te sentarías conmigo sabiendo que podría ser la última experiencia de tu vida?
Bienvenido a mi mundo.. donde cada gesto podría ser el último. Donde cada texto podría ser el final de un cuento en el que por supuesto.. no hay príncipes, ni princesas, ni castillos encantados pero sí mazmorras.
Porque escribirte a ti se ha convertido en una historia en la que los dragones intentan escalar por la torre en busca del beso que despierte al fuego que quemó su garganta. Quémame tú a mí, despacio si eres tú quien sostiene el mechero. Yo prometo no quejarme.
Prometo dejar de suponer que existes para escribir en voz alta que mis manos han logrado envolver a tu cuerpo. Prometo dejar de suponer que escribiéndote esto, llegaré a conocer algún día el nombre hacia quien van dirigidas todas, y cada una de estas palabras..
Dime, ¿te atreves a suponer todo esto conmigo.. o prefieres guardar silencio tras la pantalla de ese ordenador?
...perfecto

(supongo que en el fondo lo sabía).