lunes, 30 de diciembre de 2013

Sus ojos albahaca..

Y justo cuando él empezaba a acostumbrarse a su soledad, a la que había aceptado como compañera; y en el preciso momento en el que se disponía aceptar que el amor era solo un juego vil y sinsentido, que había revisado sus cartas, aceptado sus errores, reconocido todos y cada uno de sus fracasos, en ese instante en que decidió abandonar toda esperanza. Apareció ella a cambiarle el panorama, a revivir el corazón y sus latidos, a darle razones para enemistarse con sus soledad con tal de poder ver sus ojos. Eso debería estar penado, alterar así los planes de uno y ponerle a cantar de nuevo a la luna, y hallarle el gustito a cada gota de lluvia, o a pasar el tiempo planeando una excusa para ir a verle, más aún pensar en sus labios y en su risa, tratar de hallar el motivo para robarle un beso, o reecontrarse con el insomnio alegre en sus ojos albahaca, todo eso merecía un castigo. Pero allí estaba él, discutiendo con la soledad, pensando en su sonrisa y en robarle un beso, soñando cada noche en su mirada mientras dura el insomnio, cantándole nuevamente a la luna sus penas y alegrías y disfrutando de cada gotita de lluvia, mientras camina entre ese mar de gente después de acompañarla en tren hasta su casa...

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