Ella
amará a otro hombre. Yo voy lejos, andando hacia el olvido. Y
puede suceder que alguien me nombre, pero ella fingirá no
haber oído. Ella amará a otro hombre, el tiempo pasa y el
amor finaliza, y es natural que lo que fue una brasa acabe
convirtiéndose en ceniza.
Aunque
nadie lo quiera, envejecen las vidas y las cosas, y es
natural también que en primavera los rosales den rosas. Es
natural. Por eso, ella amará a otro hombre, y está bien. No
sé si ya olvido mi último beso, ni me importa con quién. Pero
quizá, un día, oyendo una canción, sentirá que esa
vieja melodía le cambia el ritmo de su corazón.
O
será algún vestido que yo le conocí, o el olor
del jardín cuando ha llovido, pero algún día ha
de pensar en mi. O puede ser un gesto, un modo de mirar, o
ciertas calles, o un botón mal puesto, o una hoja seca que voló
al azar. Y de alguna manera tendrá que recordarme,
sin querer, escuchando unos pasos en la acera como
los míos al atardecer.
Será
en algún momento, no importa cuando, a
donde, aquí o allá, porque el amor, por
parecerse al viento, parece que se ha ido y no se va. Y si
en ese momento ella suspira y él pregunta por qué, le
tendrá que inventar una mentira para que nunca sepa por qué
fue.
Y
él no verá esa huella, eso tan mío en lo que ya perdí; y, aunque
la pueda amar más que yo a ella, ¡Ella no podrá amarlo más que a
mí...!
Jose
Ángel Buesa.
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